La cumbre semestral del Mercosur en Foz de Iguazú transcurrió entre protocolos, seguridad y evidentes tensiones políticas. Con las Cataratas del Iguazú como telón de fondo, los presidentes y delegaciones se reunieron para deliberar, aunque la esperada firma del acuerdo con la Unión Europea quedó postergada: la presidenta de la Comisión Europea anunció que la rúbrica se intentará concretar el 12 de enero en Asunción.
El eje del encuentro fue la crisis en Venezuela, que expuso divisiones claras. El presidente argentino respaldó la presión ejercida por Estados Unidos sobre el gobierno de Nicolás Maduro y pidió una postura contundente contra el régimen, reivindicando además la liberación de detenidos y el apoyo a líderes opositores. En contraste, el presidente brasileño y la delegación uruguaya rechazaron la intervención externa y advirtieron sobre el riesgo de una intervención armada, calificándola de potencial catástrofe humanitaria.
Las intervenciones oficiales marcaron la distancia entre los mandatarios: discursos en favor de la no injerencia, llamados a la restitución del orden institucional en Venezuela y la defensa de la soberanía territorial; por otro lado, llamados a intensificar la presión diplomática y sancionatoria contra Caracas. Estas posiciones se reflejaron también en el intercambio previo entre cancilleres, que coincidieron en señalar el impacto regional del éxodo venezolano y la necesidad de liberar presos políticos.
La postergación del acuerdo UE–Mercosur fue otro foco de decepción. Líderes expresaron que la negociación, que lleva décadas, requiere coraje político para cerrarse; protestas agrícolas en Europa y reticencias políticas impidieron la firma. Algunos mandatarios señalaron la necesidad de abrir nuevos mercados en Asia y Medio Oriente si la negociación sigue trabada. El presidente argentino aprovechó para criticar la lentitud del bloque y planteó la necesidad de reformas internas: denunció la burocracia, la falta de un mercado común efectivo y propuso reducir costos y modernizar el funcionamiento del Mercosur.
La foto y la convivencia durante el encuentro mostraron gestos fríos entre los principales protagonistas: apretones de mano sin sonrisas, distancia física en la tarima y señales de distanciamiento diplomático. El traspaso de la presidencia pro témpore a Paraguay cerró la reunión formal, mientras persisten interrogantes sobre la capacidad del bloque para avanzar en acuerdos comerciales y en una posición regional unificada sobre crisis clave como la de Venezuela.
En resumen, la cumbre evidenció dos problemas centrales: la incapacidad momentánea para cerrar el acuerdo con la Unión Europea y la profunda división sobre cómo abordar la crisis venezolana. Ambos temas marcarán la agenda regional en las próximas semanas y pondrán a prueba la cohesión política del Mercosur y su adaptación a los desafíos internacionales.






