La tasa de desempleo se ubicó en 6,6% en el tercer trimestre del año, una baja frente al 6,9% interanual y al 7,6% del trimestre previo. Sin embargo, el descenso del desempleo se explica por un aumento de las personas ocupadas y no por una caída en la búsqueda de empleo; la tasa de empleo apenas se incrementó, pasando de 45% a 45,4% en un año.

El dato clave detrás de la mejora es el crecimiento del trabajo informal: la proporción de trabajadores informales subió del 42,6% al 43,3% interanual. Además, la participación de los no asalariados dentro de los ocupados avanzó del 26,9% al 28,1%, apuntalada por un mayor cuentapropismo y por la ampliación de regímenes simplificados que facilitan la incorporación al mercado pero no necesariamente fortalecen la formalidad laboral.

En términos de actividad, la economía registró un crecimiento interanual del 3,3% en el trimestre, mientras que el empleo aumentó 1,8%, un diferencial que evidencia que la creación de puestos se concentró en ocupaciones de menor calidad o en formas de contratación precarias. También se señalan como factores explicativos el auge de aplicaciones y plataformas que generan empleo sin altos requisitos de capital humano o infraestructura.

A nivel regional, la peor situación de desocupación se ubicó en la región pampeana con 7,5%, en tanto que el Gran Buenos Aires registró 6,8% y el Noroeste 4,7%. Por edad y género, las mujeres de entre 14 y 29 años son las más afectadas, con una tasa de desocupación del 12,7%.

El gobierno celebró la caída del desempleo en el contexto del debate sobre la reforma laboral, pero expertos y consultoras advierten que la mejora cuantitativa no se traduce en calidad de empleo: la recuperación está siendo impulsada mayormente por la informalidad y la transformación hacia modalidades no registradas o autónomas. Algunos analistas agregan que el empleo formal muestra señales de caída sostenida desde junio y que la evolución sectorial heterogénea de la actividad puede limitar la generación sostenida de puestos de trabajo formales.

En síntesis, la baja del desempleo al 6,6% representa un dato positivo en términos absolutos, pero la composición del empleo generado —con aumento del trabajo en negro y de los no asalariados— plantea dudas sobre la solidez y la calidad de la recuperación laboral, y plantea desafíos para las políticas públicas y la discusión sobre la reforma laboral.